EL HEART EN LA PALABRAPréstamos
Ilán
Stavans
Uno de los debates en derredor
del spanglish es el de su diámetro. ¿Dónde empieza y dónde
termina? Hay quien dice que debe limitarse su definición a listas léxicas
en las que la perversión de términos es evidente. A continuación,
una lista de ocho ejemplos:
Spanglish |
Español |
Inglés |
baquiar |
retroceder |
to go back |
carpeta |
alfombra |
carpet |
factoría |
fábrica |
factory |
furnitura |
muebles |
furniture |
inspectar |
inspeccionar |
to inspect |
mistear |
perder, faltar |
to miss |
populación |
población |
population |
unión |
sindicato |
union |
Como éstos, hay miles. A principios del verano del 2000 ofrecí
una conferencia en la Casa de América de Madrid, que se publicó
en forma de libro bajo el título Spanglish para millones. Discutí
el mecanismo morfológico y sintáctico, y el panorama sociolingüístico
en el que se manifiesta este tipo de palabras. El hablante de spanglish pasa por
alto la palabra correcta en español. En su lugar, traslada el vocablo anglosajón,
adaptándolo a la pronunciación castellana.
Utilicé la palabra "perversión" en el primer párrafo.
La escucho con frecuencia en boca de puristas que atacan al spanglish como manifestación
de ignorancia. ¿Por qué, si existen los "mercados", los latinos
en EE UU van a la marketa a comprar groserías? ¿Acaso no
es ésta una muestra más de pereza intelectual? Mi respuesta es siempre
la misma: no se trata de pereza sino de espontaneidad, que es la fuerza motora
de todo idioma vivo. Un idioma vivo es un idioma en constante transformación.
Allí donde dos lenguas y dos civilizaciones están en contacto íntimo,
la fertilización mutua es inevitable. Más que inevitable, yo diría
deseable. En Tijuana, digamos, la gente ni es del todo mexicana ni del todo es
gringa; ni habla español ni tampoco inglés, sino un lenguaje intermedio,
que es tan digno como poético.
¿CUÁL ES LA DIFERENCIA
ENTRE EL LÉXICO DEL SPANGLISH Y EL DEL "ESPAÑOL
ACTUAL"? |
Hace poco, en una visita a Tijuana, quedé asombrado de la regularidad con
que se escuchan no sólo palabras como las listadas anteriormente, sino
anglicismos. "Ay, son préstamos, señor", me dijo un droguero,
que es como se le designa al vendedor de productos farmacéuticos en la
región. Me pregunto: ¿Acaso estos préstamos no son también
parte integral del spanglish? Los anglicismos entraron a formar parte del léxico
castellano desde el momento en que el inglés y el español se toparon
cara a cara cuando los primeros viajeros británicos visitaron la península
ibérica en el siglo XVI. Obviamente, la compenetración de ambas
civilizaciones se ha intensificado con el paso del tiempo. El establecimiento
de la Unión Europea es sólo una instancia más en la intensificación
de este contacto. En las Américas, el encuentro entre el inglés
y el español es de intensidad superior. El hecho de que México y
EE UU compartan una misma frontera y que haya aproximadamente unos 20 millones
de mexicanos al norte del Río Bravo –según estadísticas,
aproximadamente uno de cada cinco mexicanos vive al norte de la frontera– es muestra
del diálogo entre ambas culturas. Por no hablar de la presencia norteamericana
en México a mediados del siglo XIX y en el Caribe a partir de la Guerra
Hispanoamericana. A nivel lingüístico, esta presencia trajo consigo
una compenetración incontenible: el inglés entró en nuestras
tierras.
Hoy por hoy, los anglicismos que inundan el idioma español, ¿son muestra
de mala educación o deben ser considerados parte esencial del vocabulario?
Hay centenares en el léxico diario de un hispanohablante en Norteamérica
y aunque el número, en comparación, es menor en Bogotá, Buenos
Aires o Madrid, lo cierto es que está lejos de ser insignificante. Días
atrás, en un momento de pereza, me descubrí hojeando el Diccionario
Clave del Uso del Español Actual, que tiene un inspirado ensayo introductorio
de Gabriel García Márquez redactado en 1996. El libro fue un regalo
que me hizo un alumno puertorriqueño. En la sección de apéndices,
incluye sugerencias para el usuario del castellano. En cuanto a topónimos
extranjeros, dice, por ejemplo, que debe escribirse Pekín y no Beijing;
Nueva York y no New York; Aviñón
y no Avignon. Pero añade: "cuando la forma de escribir el nombre
geográfico coincide en español y en la lengua original, debe pronunciarse
según las normas del español y no con la pronunciación de
la lengua del país correspondiente". Así pues, se nos asegura:
se pronuncia Miámi y no Maiami. Un número considerable
de usuarios del spanglish, sin embargo, está en desacuerdo con la norma:
si bien los cubanos exiliados viven en Miámi, Jorge Ramos, el anunciador
mexicano del Noticiero Univisión, que es visto todas las noches
por unos 30 millones de personas en todo el contienente, graba su programa en
Maiami, aun cuando él deletrea la palabra en inglés, Miami,
sin acento.
El Diccionario Clave ofrece una lista de errores frecuentes, entre los
que incluye las anfibologías, las redundancias, los anacolutos, los dequeísmos,
etc. Sin embargo, las páginas del volumen están repletas de anglicismos.
¿Han sido conscientes los editores de su frecuencia? Humberto Hernández,
de la Universidad de la Laguna, en el prólogo, ofrece algunas explicaciones
de cómo y por qué se preparó el volumen, pero no se detiene
en la sobreabundancia de estos préstamos. El inglés, sobra decirlo,
también abunda en hispanismos, sobre todo de extracción gastronómica
y geográfica: salsa, por ejemplo; lasso, hacienda y barrio.
El Clave incluye palabras que vienen del ruso, del francés, del alemán
y de otros idiomas. Sin embargo, éstas ocurren con menos frecuencia que
los anglicismos, por razones obvias. Están, por supuesto, lunch, master,
match, referí y trekking. La sección de la letra W es casi toda
de anglicismos: wagon-lit, walkie-talkie, walking, warrant, wasp, waterpolista,
western, windsurfista, wrestling… Pero de pronto aparecen sorpresas. ¿Qué
decir de los siguientes anglicismos? "Antibaby: Píldora anticonceptiva".
O bien: "Gagman: Hombre que se dedica profesionalmente a divertir
al público mediante la representación de situaciones cómicas".
Y: "Wonderbra: Sujetador con relleno, que da volumen al busto y lo
realza". Jamás, en mis casi dos décadas en los EE UU, he escuchado
la palabra antibaby; anticonceptivo sí; asimismo, la pill.
De hecho, cada vez que puedo, la invoco en entrevistas radiales. Los radioescuchas
se carcajean. "Una invención ibérica", dijo uno por teléfono.
Otro añadió: "No, una muestra más de la innovación
ibérica". ¿Y qué decir de gagman y wonderbrá,
el último con su debido acento en la última sílaba, que por
razones desconocidas los editores del Clave decidieron ignorar? El primero,
si es de uso alguno, es del todo infrecuente entre latinos; y lo mismo el segundo:
vino y se fue con la rapidez con la que pasa una campaña publicitaria en
televisión.
Sea como sea, ésa es la dinámica de los préstamos: nacen
de la necesidad; vienen y van con la moda. El Clave no es el único
diccionario cuyas páginas están salpicadas de anglicismos. Lo mismo
el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco. Los léxicos
del futuro incluirán aún más anglicismos, como ha hecho la
Real Academia. No podría ser de otra forma, dado el énfasis
que tienen el inglés y la civilización norteamericana en nuestro
ámbito. Este énfasis, sin duda, es una de las vicisitudes del spanglish.
No me inquieta que el Clave y el diccionario de Manuel Seco usen la palabra
"actual" en el subtítulo. Uno de los dos volúmenes la
define así: "Que existe, sucede o se usa en el momento en que se habla".
El otro diccionario es más sucinto: "de ahora", dice. En última
instancia, la diferencia entre el spanglish y el español actuales
depende de quién, dónde, cómo y con qué frecuencia
se emplean estos anglicismos.
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