ENTREVISTA A ATANASIO HERRANZProfesor
de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras desde 1973. Miembro de
número de la Real Academia Hondureña de la Lengua desde 1991, académico
correspondiente de la Real Academia Española y miembro del equipo de expertos
encargados de la próxima edición del Diccionario de la Real Academia
Española (DRAE). Coordinador del proyecto de educación bilingüe
e intercultural de la etnia Tawahka, financiado por Cooperación Española,
CODESPA y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Por Carlos Soler
Foto: Teresa Ibáñez de la Peña.
Pregunta. El español es una lengua que está de moda en todo
el mundo, el último Anuario del Instituto Cervantes lo confirma. ¿Cuánto
cree usted que hay de verdad en esta afirmación?
Atanasio Herranz. A estas alturas, el español ha desbancado al francés
como segunda lengua. Yo creo que el número de hablantes en este sentido
se va a incrementar notablemente; uno de los datos es que en Estados Unidos casi
el noventa por ciento de los estudiantes aprenden como segunda lengua el español,
detrás va el alemán y después el francés, algo que
no era así hace veinte años. El otro gran monstruo, que por los
cambios que está haciendo en el sistema educativo va a tener una gran cantidad
de nuevos hablantes, es Brasil. Se trata pues de los dos países más
poblados de América y en ambos claramente predomina el español como
segunda lengua. Bueno, en Brasil compite con el inglés, pero el hecho de
que este país pertenezca a Mercosur va a hacer más presente el estudio
del español en él.
En el resto del mundo hay otros países menos conocidos en los que el
español también se está imponiendo, como es el caso de los
países del Caribe que tienen como primera lengua el inglés, por
ejemplo Jamaica, Gran Caimán, etc. Se trata de algo poco conocido, pero
me consta que varias universidades de estos países están solicitando
una gran cantidad de profesores de español para estas islas caribeñas
de habla inglesa, porque la relación que tienen, bien con Santo Domingo
o bien con otros países de Centroamérica, les exige usar el español.
Por lo tanto, creo que el estudio del español se tiene que incrementar
todavía mucho más en unos años, al menos en esa zona, que
es la que más conozco.
P. Se han levantado muchas voces de alarma ante la posible fragmentación
de la lengua española a ambos lados del Océano. ¿Cúal es
su opinión sobre la diversidad del español de España y el
español de América? ¿Es cierto que cada vez se están alejando
más?
A.H. Me acaban de encargar un artículo sobre la "Nueva Romania",
que así es como llamaron a América con relación a este problema,
pero creo que ya pasó el peligro de que surgieran lenguas diferentes, los
supuestamente llamados idiomas nacionales, lenguas distintas al español
que harían que este se fraccionara. Eso no ocurrió y cada vez va
a ocurrir menos.
Ahora mismo las posiciones están muy claras. Los medios de comunicación,
como periódicos, canales de televisión a ambos lados del Atlántico,
están unificando cada vez más lo que podríamos llamar el
panhispanismo. Las diferencias lingüísticas y, sobre todo, léxicas,
que son abundantes, no son las que rompen la estructura de una lengua, serían
más bien las morfosintácticas y fonológicas, y ésas
no existen por el momento. Con respecto a las léxicas no hay ningún
problema, porque así como aguantamos invasiones constantes, por ejemplo,
de términos del inglés, hay también variaciones léxicas
a uno y otro lado del Océano que puedan dar más riqueza a la lengua
y unidad. Y es que mucha gente olvida que esos americanismos no fueron americanismos
en sí, sino que fueron palabras del español que se llevaron a América
y continúan sobreviviendo, aunque en España hayan dejado de utilizarse;
por lo tanto su raíz es española, sólo que del siglo XV o
del XVI. Afortunadamente el DRAE recoge muchas de estas voces que podemos encontrar
en El Quijote, la única diferencia es que ahora esas palabras quedan con
marca de América, porque se perdieron en España o porque en España
no se les presta atención por ser variantes regionales.
P. ¿Qué opina de la consideración del español de América
en España? ¿No deberíamos tenerlo más en cuenta, por superar
el número de hablantes americanos inmensamente al número de hablantes
de la Península?
A.H. En mi doble vertiente de español y de vivir en Honduras desde hace
más de 27 años, creo que puedo tener una posición más
o menos objetiva.
Creo que algunas instituciones españolas y algunos españoles
no saben valorar que el futuro de nuestra lengua está desde hace tiempo
al otro lado del Atlántico. De los 240 millones de hablantes que podamos
ser ahora, 200 millones los tenemos en América. ¿Qué quiere decir
eso? Quiere decir que América representa el español vivo, el español
de importancia. Mucha gente que estudia, por ejemplo en Japón, el español
como segunda lengua, lo hace por el gran mercado que supone América latina.
Además, América es más rica en términos, porque
mantiene muchas nuevas creaciones léxicas que no se han dado en el español
peninsular por ignorancia o desconocimento. No importan estas palabras, pero la
cuestión es que se generan otras nuevas que no estaban en el español
o se mantienen otras del español antiguo. También es cierto que
hay muchos indigenismos que se han conservado y que se deben incorporar al español
general, como pasó en la época colonial con "tomate",
"aguacate", etc.
En resumen, creo que no sólo es importante el español de América
porque tiene muchos hablantes, sino además porque es sorprendentemente
más rico que el español peninsular. Hubo una época en la
que el español peninsular, por condiciones tal vez políticas o de
aislamiento, se convirtió en poco universal.
P. El motivo de su viaje a España es la nueva edición del
DRAE que verá la luz a finales de 2001. ¿Cuál es, más exactamente,
su aportación en el DRAE? ¿Está bien representado el español
de América en esta nueva edición?
A.H. Concretamente, mi función en este diccionario durante este viaje
ha sido revisar las palabras que tienen marca de Honduras. Primero, si las que
había funcionaban, si siguen vivas o no, porque las palabras son como las
personas: nacen, crecen, se desarrollan y mueren, y si mueren hay que retirarlas
de este diccionario y pasarlas al diccionario del cementerio, que es el Diccionario
histórico.
En segundo lugar, ha habido un notable cambio en la RAE en cuanto a la entrada
de americanismos. Antes se ponían trabas para introducirlos, en esta nueva
concepción hay una gran apertura para incorporar aquellos americanismos
que son importantes en cada país.
Aun así hay que hacer notar, y no porque sea culpa sólo de la
Academia española, que los países pequeños o con academias
más débiles, o que no tienen lingüistas en sus academias, tienen
una mala representación en el DRAE, con pocas palabras, mal marcadas o
definidas muchas veces. Eso no es culpa de la RAE sino de las propias academias
americanas, como la de Honduras, que llevaba veinte años sin hacer cambios
en el diccionario. Además, estamos ayudando también a El Salvador
y Nicaragua. El primero es más problemático porque no tiene lingüistas
para mandar una lista. Por eso estamos marcando nosotros las palabras, las etimologías,
etc.
P. ¿Cuáles son las funciones y la participación de las Academias
americanas en las normas de uso del español?
A.H. Tanto en la Ortografía como en el Diccionario normativo de dudas
que se está haciendo ahora, la aportación depende mucho de qué
tipos de academias sean. Hay una gran participación de la chilena, la argentina
o la mexicana, que son academias que tienen un buen equipo de asesores lingüísticos,
trabajan muy bien y tienen toda una infraestructura que otras academias no tienen.
También es importante la Academia de Estados Unidos, que tiene bastantes
recursos y que publica un boletín donde propone palabras españolas
ante los nuevos anglicismos que nos invaden. (Es muy curioso ese aporte que hace
la academia norteamericana a la lengua española). Las otras academias prácticamente
lo que hacen es firmar lo que se les presenta.
Creo que ahora, con el correo electrónico y la interconexión
que ha hecho la RAE para todas las academias, podemos tener una comunicación
más fluida, cada vez habrá más participación de estas
academias que no tienen tantos recursos para hacerlo.
P. Y en Hispanoamérica, ¿qué consideración se tiene
del español peninsular y de la RAE?
A.H. Es muy curioso. Mi experiencia me dice que los americanos están
más preocupados por hablar un buen español que los españoles.
Los estudiantes que tengo y el público de mis conferencias demuestran una
gran inquietud por saber si lo que se dice es correcto, incorrecto, se puede mejorar;
eso es una constante en América. Además de esa preocupación,
lo que tenemos que darles son instrumentos para que sepan cómo hablar mejor.
Creo que debe haber una gran preocupación ahora en la enseñanza
del español. Una reforma completa que también se hace sentir en
España con las nuevas normas para la enseñanza de las humanidades.
En la enseñanza del español hemos perdido dos cosas importantes
tanto en España como en América, lo digo por mi experiencia, ya
que tengo que modificar los programas de varios colegios. El problema es que podemos
saber mucho de gramática o de literatura, pero se nos ha olvidado que,
básicamente, nuestra función es enseñar a escribir y hablar
bien, independientemente de los estudios posteriores que los alumnos vayan a hacer.
Y eso no se ha realizado ni en la Primaria ni en la Secundaria, se ha olvidado
bastante, y además se ha olvidado que no sólo la literatura es un
modelo para escribir, a veces resulta un "antimodelo", por ejemplo para
el orden oracional.
Pero lo que más nos preocupa es el gran empobrecimiento léxico
que están teniendo los jóvenes de un lado y otro del Atlántico
ante la gran invasión de medios audiovisuales. Eso ha hecho perder mucho
vocabulario, notándose la necesidad de reforzar el área del español
hablado y del escrito.
P. Muchos de los lectores de esta revista son profesores de español
como lengua extranjera. En este ámbito hay todavía muchas controversias.
A lo mejor podría usted ayudarnos a aclarar algunas, como, por ejemplo,
si se debe enseñar a los estudiantes extranjeros el español estándar
o las variantes propias de la zona donde se estudie.
A.H. Yo creo que debe haber una especie de español estándar.
Depende no tanto del profesor sino del que pide el español. Hay que preguntar
al alumno claramente qué tipo de español quiere aprender. Por ejemplo,
en América es muy habitual pedir que se les enseñe el modelo peninsular,
pero eso es un engaño, pues ninguno de los profesores de allí que
sean nativos van a manejar la variante peninsular. También sucede que al
español le falta un buen método para su enseñanza como segunda
lengua, aunque han salido muchos últimamente, no tenemos un método
como el que tuvo el inglés a través de la BBC, por ejemplo.
Las variaciones dependen de la demanda que haya. Generalmente, si estás
en España te van a pedir la variante peninsular, si estás, por ejemplo,
en Antigua (Guatemala), un centro a donde van la mayoría de norteamericanos,
se impartirá una variante guatemalteca.
De todas maneras, el Instituto Cervantes debería pensar en tener centros
en países de habla hispana, que por una u otra condición los necesitarían.
Hay una vertiente que todo el mundo olvida, pero yo, que trabajo en ella, tengo
que afrontar: se trata de la enseñanza del español a muchos grupos
indígenas de América que todavía no lo hablan y se les enseña
de manera muy deficiente. El incremento de los programas bilingües a partir
del convenio internacional de la Organización Internacional del Trabajo
exige que se les enseñe el español en su lengua materna. Y, sobre
todo, enseñárselo como una lengua extranjera: para esto también
hay otra gran demanda de profesores en todos los países en los que hay
grupos indígenas y de métodos que hay que crear para este sector
de la población.
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