Entrevista con Ilán Stavans, profesor de español en EE UUIlán
Stavans nació y se educó en Ciudad de México. Obtuvo su master en filosofía judía
medieval en The Jewish Theological Seminary y su doctorado en lengua y cultura
hispánica en Columbia University. Entre sus publicaciones más importantes se cuentan
The Hispanic Condition: Reflections on Culture and Identity in America (1995),
Art and Anger (1996) y The Oxford Book of Latin American Essays (1998). En 2000
la editorial Routledge publicó una antología de su obra bajo el título de The
Essential Ilan Stavans. Este año aparecerá su autobiografía, On Borrowed Words:
A Memoir of Language (Viking) y su diccionario de Spanglish. Es director de la
revista Hopscotch: A Cultural Review y director de la serie Jewish Latin America
que publica University of New Mexico Press. Catedrático de español en el Amherst
College, colabora regularmente en publicaciones de Europa, América Latina y los
Estados Unidos.
Pregunta. Para comenzar esta entrevista, acaso
podría Vd. hacer un balance personal de la situación de la lengua española en
los EE UU. La minoría hispana en aquel país se ha convertido en la primera en
importancia, por encima de los afroamericanos, ¿cuál es el panorama del español
en estos momentos en EE UU?
Ilán Stavans. La lengua española es la segunda en importancia en el
país. A diferencia de otros idiomas de inmigrantes, no da muestras de desaparecer
tras varias generaciones. El impulso que le dió la educación bilingüe, que empezó
en Dade County a principios de los años sesenta, ha contribuído a que plante raíces.
Nunca antes en la historia de los EE UU una lengua fuera del inglés había tenido
tanta presencia: hoy hay más estaciones de radio en español en California que
en toda Centroamérica; dos cadenas nacionales de televisión, Univisión
y Telemundo, transmiten programas en la lengua de Cervantes todo el día;
y cada una de las grandes urbes tiene su propio periódico, de amplia difusión
y enorme crecimiento, entre los que se cuentan El Nuevo Herald, La Opinión
y El Diario/La Prensa. Pero el que en España se festeje esta diseminación
del español como un triunfo resulta cómico. Al fin y al cabo, muy pocos entre
la población hispánica sienten algo –una deuda, un cordón umbilical– hacia España.
La gente ni siquiera sabe que existe una Real Academia de la Lengua Española.
Lo que importa es que el español que sobrevive en estas tierras lo hace de manera
promiscua. Su contacto diario con el inglés lo obliga a adaptarse de nuevas circunstancias,
a reinventarse de manera radical. Así que ni es un triunfo de España ni lo es
de Inglaterra; tampoco lo es de EE UU o de las diferentes naciones de la América
Latina. Es un triunfo de quienes lo hablan, como les viene en gana.
P. El bilingüismo en algunas partes de EE UU es un interesante
fenómeno lingüístico no exento de problemas. En algunos estados se ha llegado
a la promulgación de leyes “English only” para restringir el uso del español y
favorecer el inglés. ¿Cómo ve Vd. la relación entre ambas lenguas en la actualidad?
¿Son las fricciones inevitables?
I.S. Los movimientos del English Only y English First
tienen antecedentes históricos. Todo grupo inmigrante en este país se ha enfrentado
a fuerzas xenófobas que si bien no lo niegan del todo, por lo menos lo maltratan
y lo atacan. No cabe duda de que estas fricciones son inevitables. El mismo maltrato
lo recibieron los alemanes, los irlandeses, los italianos y los judíos, por no
hablar de los africanos. Eventualmente, el maltrato da lugar a un trato menos
violento y, de allí, a una aceptación, si no cabal por lo menos tácita.
El debate lingüístico es un barómetro del clima social. En la constitución
de los EE UU no se establece el inglés como el idioma oficial. Este hecho enfurece
al flanco conservador, que se obstina en negarle la existencia a cualquier otra
lengua en el país. En mi opinión, todo norteamericano, sin distinción de clase,
raza y procedencia geográfica, debe aprender a hablar, leer y escribir el inglés.
Después de todo, esa es la lengua que nos unifica como nación. Pero su aprendizaje
no tiene por qué comprometer el estudio de otros idiomas, el más importante de
ellos, el español. Este es ya un país bilingüe, lo quiera o no la derecha
republicana. La injusticia es clara: si una persona bilingüe es de la clase baja,
se le condena; pero si es de clase alta, se le premia con becas y empleos envidiables.
El monolingüismo, estoy convencido, es una forma de ceguera, no sólo en este país
sino en todo el mundo. A nivel mundial, hay más gente que habla dos o más lenguas
que gente monolingüe. En la India el poliglotismo es un fenómeno generalizado,
y lo es también, aunque en menor escala, en Asia y Europa. Pero este país no se
dará cuenta de que el futuro es multilingüe hasta que el Zeitgeist general
cambie de tal manera en que tanto la ciudadanía como la élite en el poder reconozca
los límites del sueño imperial.
P. En ese contexto de convivencia lingüística nace el
fenómeno del llamado spanglish, lengua híbrida que Vd. ha estudiado y a la que
dedica su próxima obra The sounds of spanglish. ¿Qué es exactamente el spanglish?
¿Podría considerarse un proceso de “criollización” del inglés o del español en
EE UU?
I.S. El spanglish es el resultado del encuentro no sólo entre
dos lenguas sino entre dos civilizaciones, la hispánica y la anglosajona. A pesar
de lo que aseguran los medios de comunicación, no es un fenómeno reciente. Sus
antecedentes se remontan por lo menos a 1848, con la firma del Tratado de Guadalupe
Hidalgo, en el que México le vendió una parte considerable de su territorio a
los EE UU. Quizás haya que remontarnos aún más, a las travesías de viajeros británicos
por la península ibérica y a piratas y mercaderes de la misma nacionalidad en
las aguas del Caribe. De una u otra forma, es a mediados del siglo XIX, en territorio
americano, cuando ese encuentro adquiere dimensiones insospechadas. A partir de
ese momento se da la semilla de un árbol que hoy vemos crecer. Viene la Guerra
Hispanoamericana de 1898, que arraiga más la cohabitación verbal y cultural. Ésta
se diversifica a lo largo del siglo XX, en la medida en que el inglés se convierte
en la lingua franca del mundo entero y, simultáneamente, la minoría hispánica
dentro de los EE UU no sólo crece sino que se tralada de la periferia al corazón
mismo de la cultura nacional. Es en ese movimiento dialéctico, de Este a Oeste
y de Sur a Norte, en que el spanglish encuentra su propio hábitat.
Hablar de criollización no es imprudente. Yo invocaría otro término
similar, con ecos igualmente resonantes: mestizaje. Aun cuando sólo hace
poco hayamos despertado a la realidad del spanglish, los diccionarios de
anglicismos, cuya frecuencia como publicaciones, en España y las Américas, se
intensifica desde finales del siglo XIX hasta la fecha, desde hace tiempo vienen
recogiendo términos que hoy podríamos catalogar como manifestaciones del spanglish.
Hay por ejemplo el habla deportiva: el referí, el corner, el ofsait.
Luego viene el habla de la mercadotecnia, la tecnología, etc. En este contexto,
vale la pena señalar que el spanglish, aunque se le escucha a diario en
las calles de las ciudades norteamericanas, es también un fenómeno de España y
América Latina. Hay “spanglishismos” que nos unen pero cada país tiene
asimismo su vocabulario propio. En Venezuela se le dice wachiman al vigilante,
en México y en otras partes se dice parquear para estacionar el automóvil,
en España a la píldora anticonceptiva se le denomina antibaby.
P. Para muchos estudiosos se trata de un fenómeno que
debe combatirse, pues arguyen que es nocivo para la lengua española, como lo son
los anglicismos indiscriminados que combate la Real Academia Española y sus correspondientes
americanas. ¿Cree Vd. que ese peligro existe, o más bien el “spanglish” es prueba
de la fortaleza e implantación del español en EE UU?
I.S. La resistencia de los cultos tampoco es nada nuevo. Ya en la Biblia
se encuentran manifestaciones similares de pomposidad. Todo cambio genera ansiedad.
Pero hay que recordar que las lenguas vivas siempre están en constante movimiento;
sólo las que están inmóviles se fosilizan. Me entristezco cuando oigo en boca
de aquellos que aspiran a mejorar las condiciones de los hispanos en EE UU –la
mayor parte de ellos educadores– que nuestra labor docente es la de “curar a los
iletrados de su lengua bastarda,” y por bastarda quieren decir impura e
ilegítima. Pero ¿cuál es el español puro y legítimo, el de Góngora y Quevedo?
¿Y quién lo habla en la actualidad? Nuestros escritores –pienso en Borges, en
Goytisolo, en Cortázar– han hecho suyo el español, afrancesándolo, o modelándolo
a partir del inglés o del árabe; de allí su originalidad. ¿Hay pues que pedirle
a la gente que hable como los personajes de Rayuela? Si el spanglish,
un híbrido lingüístico, le sirve co- mo vehículo de comunicacíon a la población,
¿qué derecho tenemos nosotros de arrebatárselo?
Pureza de sangre, pureza de espíritu… En España –y por extensión, en las Américas
en general– este concepto ha causado estragos. Bajo la tutela del Santo Oficio
de la Inquisición se aspiró a abortar a los “indeseables”, a eliminarlos con el
fin de limpiar a la sociedad de su inmundicia. En ese altar se sacrificó a los
judíos y a los musulmanes; en ese mismo altar se minimizó al indio americano.
Al final, claro, fueron España y sus colonias las que salieron perdiendo. Que
el lema de la Real Academia Española sea todavía el de limpia, fija y da esplendor
me parece ofensivo, por no decir que me atemoriza… ¿Es que acaso la lección no
ha sido aprendida?
En mi labor lexicográfica pienso en Unamuno, que, en su reflexión sobre El
Quijote, aspiró a rescatar la herencia del caballero andante de manos de los
“profesores” que lo habían secuestrado. El problema que tenemos en la actualidades
que los especialistas nos han arrebatado la lengua para convertirla en un objeto
de laboratorio. San Agustín decía que la explicación de las palabras es tan quimérica
como la de los sueños. Y añadía Alfonso Reyes: “El vulgo es dueño de la realidad;
los cultos lo son de la irrealidad”. Mis ídolos son Antonio de Nebrija y Samuel
Johnson. Al primero lo admiro por su ánimo emprendedor al publicar su Gramática,
en la época en que los judíos eran expulsados de España y cuando Cólon pisó por
primera vez tierra americana. Pero el doctor Johnson es una figura más atractiva
por su magistral anhelo enciclopédico, que va mucho más allá del de Nebrija; no
sólo es un Quijote que navega contra viento y marea en su tarea por demarcar los
límites de su idioma, el suyo y el de su adorado Shakespeare, sino que lo hace
con joie de vivre; además, es un crítico literario de primerísima, un editor
sin par y un prosista que, a tantos siglos de distancia, sigue fresco.
P. ¿Es consciente la población hispanohablante de los
EE UU del fenómeno del spanglish? ¿Es capaz de preservar un español más o menos
estándar o tiende irremisiblemente al spanglish?
I.S. En mis estudios sobre el spanglish, siempre comienzo por
recalcar el hecho de que la población hispanoparlante en EE UU no es homogénea.
De hecho, describirla como una minoría es un error. Se trata más bien de grupos
nacionales (chicanos, cubanos, puertorriqueños, dominicanos, etc.), unidos mal
que bien por un idioma común y por una herencia histórica. El español en Florida
no es el mismo que el que se escucha en California o en Nueva York. La así llamada
minoría hispánica está constituída por una amplia gama de inividuos de raza y
clase social distintas. No todos hablan spanglish; es más, no todos hablan
el mismo tipo de spanglish: hay un spanglish cubano que es distinto
al spanglish portorriqueño; y así etcétera. Además, hay varios spanglish
dentro de cada subminoría, debido a su ubicación geográfica y a su clase social.
E pluribus unum. En su anhelo por homogenizar la cultura hispánica, los medios
de comunicación, en especial la radio y la TV, sintetizan los varios spanglish.
En programas como El Show de Cristina o Sábado Gigante se escucha
un spanglish medio, normatizado, que se nutre de varias extracciones nacionales.
¿Es esta una prueba de un fenómeno de neutralización gramatical y sintáctica?
¿Eliminará este fenómeno las diferencias de los varios spanglish? Sí y
no. Los localismos son siempre la base de la diversidad dentro de la unidad.
P. La consolidación del español en EE UU ha conllevado
el nacimiento de nuevas formas de expresión literaria para la comunidad hispanohablante,
como los poetas nuyorriqueños o el rap versificado en español, ¿en qué estado
y con qué autores se encuentra la literatura en español que se escribe en EE UU?
¿Puede hablarse de una literatura spanglish?
I.S. La literatura en español en los EE UU tiene ya más de cuatrocientos
años. Nace con los exploradores y misioneros españoles —con crónicas como Naufragios,
de Cabeza de Vaca— y tiene su apogeo en periódicos a finales del siglo XIX, tanto
en el Suroeste como en Nueva York y Florida, en la época en que José Martí y Eugenio
María de Hostos, para nombrar sólo algunos nombres ilustres, se ejercitan como
ensayistas. En esa época hay también poesía y canciones folkoricas en español
en la frontera que son dignas de atención. Esta tradición, la del español como
vehículo literario, sigue viva. Hace poco la editorial Alfaguara publicó
una antología titulada Se habla español; esa es la punta del iceberg.
Cada año se publican docenas de libros en español, bajo el sello editorial de
compañías como Ediciones Universal y Arte Público. Asimismo, las
compañías editoriales neoyorquinas participan de este fenómeno: la obra de Gabriel
García Márquez e Isabel Allende se publica simultáneamente en inglés y en español
en ediciones separadas, e igual la de muchos autores latinos. (Mi propio libro
La condición hispánica, en su nueva edición, saldrá por el sello Harper
Collins en ambos idiomas).
Dentro de un par de años verá la luz una ambiciosa antología que, junto con
un equipo de cinco colegas, hemos estado preparando: The Norton Anthology of
Latino Literature. Recopilará más de docientos autores, desde Cabeza de Vaca
a los más actuales. Algunos escribieron en español; otros lo hacen ahora en inglés.
La suma de esas literaturas, al igual que el spanglish, es un mestizaje:
busca un justo medio entre las vertientes anglosajona e hispánica.
En cuanto a una literatura en spanglish, también está “viva y coleando”.
Entre sus exponentes más ilustres están las puertorriqueñas Giannina Braschi y
Ana Lydia Vega, el chicano Juan Felipe Herrera, para mencionar sólo a algunos.
En especial la poesía en spanglish ha florecido en los últimos años, pero
también hay novelas y cuentos. El ejercicio verbal varía: en algunos casos es
un simple cambio de código, mientras que en otros se nutre de “spanglishimos”
perfectamente formados. No hay que olvidar que esta ecuación incluye a la nueva
ola de escritores latinoamericanos, la así llamada Generación McOndo, que,
desde el español, emplea constantemente “spanglishimos” en su prosa.
El cuento “Pollito Chicken” de Vega, que forma parte de la colección Vírgenes
y Mártires (Editorial Antillana, Río Piedras), es una piedra angular en esta
tradición. A continuacíón, cito un fragmento:
“Al llegar (a San Juan), se sintió all of a sudden como un frankfurter girando
dócilmente en un horno de cristal. Le faltó aire y tuvo que desperately hold on
a la imagen del breathtaking poster para no echar a correr hacia el avión. La
visión de aquella vociferante crowd disfrazada de colores aullantes y coronada
por kilómetros de hair rollers la obligó a preguntarse si no era preferible coger
un bus o algo por el estilo y refugiarse en los loving arms de su Grandma en el
countryside de Lares. Pero on second thought se dijo que ya había hecho reservations
en el Conquistador y que Grandma bastante bitchy que había sido after all con
ella y Mother diez años ago. Por eso Dad nunca había querido – además de que Grandma
no podía verlo ni en pintura porque tenía el pelo kinky – casarse con Mother,
por no cargar con la cruz de Grandma, siempre enferma con headaches y espasmos
y athlete’s foot y rheumatic fever y golondrinos all over y mil other dolamas.
Por eso fue también que Mother se había llevado a Suzie para New York y thank
God, porque de haberse quedado en Lares, la pobre Mother se hubiera muerto antes
de lo que se murió allá en el Bronx y de algo seguramente worse.”
P. Finalmente, háblenos de su obra “The sounds of spanglish”
y de su curso dedicado a esta materia, ¿cómo se plantea este estudio?
I.S. El curso que impartí por vez primera en Amherst College en el
otoño de 2000 es, hasta donde tengo entendido, el primero que aspira a analizar
el fenómeno del spanglish desde una perspectiva global e interdisciplinaria.
A fines de los setenta, se dieron en Nueva York cursos dedicados al spanglish
de los nuyorriqueños. Esa labor ha sido intrumental en la consolidación de una
disciplina cuya legitimidad ya es imposible negar. El curso en sí no fue en
sino sobre el spanglish. Unos sesenta estudiantes y yo nos abocamos
a la tarea de entender sus orígenes, comparándolo con el yiddish, el judesmo o
judeo-español, el ebonics, la jerga afroamericana, y, sobre todo, con el
español y el inglés de ayer y de hoy. Nos remitimos a Nebrija y al doctor Johnson,
a Fernando Ortiz y Angel Rosenblatt. Analizamos estructuras gramaticales y exploramos
la función social e intelectual que cumplieron diccionarios como el de Autoridades
y el Oxford English Dictionary. Estudiamos asimismo las manifestaciones
lingüísticas del spanglish en TV, radio, cine y literatura, y comentamos
estudios sociológicos, antropológicos y demográficos sobre el tema. Por último,
hablamos sobre el papel del español en las Américas y la incorporación de palabras
del nahuátl, quechua, maya; y comparamos el spanglish con el ebonics.
La cátedra, que se repetirá el año próximo, es un trabajo en formación. Ya tengo
en mi oficina una pila de libros y artículos diferentes que me gustaría incluir
la próxima vez.
Decidí impartirla en la cuesta final de la compilación de mi diccionario de
spanglish. Se trata de un empeño de varios años. La ayuda de gente de todas
partes de todo tipo y extracción ha sido de un valor incalculable. He hablado
mucho del libro en los medios españoles. Basta decir ahora que aparecerá de forma
ilustrada, con unas 6.000 voces, y que mostrará las variantes del spanglish
que es prudente reconocer. Mi criterio de selección ha sido metódico; he llegado
a él tras analizar a fondo muchos otros diccionarios, y con la ayuda de muchos
colegas. Verá primero la luz la edición en inglés y luego la versión en español.
Contendrá, además, una serie de ensayos míos, entretejidos en las diferentes secciones,
donde el fenómeno lingüístico es estudiado desde múltiples perspectivas1.
Sé que en el momento en que se publique, mi diccionario ya será insuficiente.
Prueba de ello es la cantidad de voces nuevas que me llegan cada semana. Habrá
pues que poner manos a la obra en la siguiente edición.
1.- Una suma de estos ensayos apareció, bajo el título
de "The Gravitas of Spanglish", en The Chronicle of Higher Education,
en la edición del 13 de octubre de 2.000; y se reproducirá este año en el Cambridge
Companion to Latin American Culture, editado por John King.
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