Bosquejo de errores
frecuentes en la enseñanza de español a arabófonos"Cuando
entro en una escuela y veo una multitud de niños sucios y harapientos, pero que
me miran con sus ojos límpidos y muchas veces angelicales, me domina una impresión
de inquietud y terror, como si estuviera viendo seres que se ahogan."
Laurence Durrell, El Cuarteto de Alejandría
Marta Amador López / Javier M. Rodríguez*
Quizás
para la mayoría de los que lean esta reflexión, la cita elegida para abrirla no
parezca la más apropiada, e incluso la tilden de desacertada o tangencial. Traer
a colación las palabras del narrador de Justine –por otra parte, también
profesor– para intentar ofrecer un bosquejo de las errores más comunes detectados
en la enseñanza del español como lengua extranjera en el mundo árabe, aparece
más como una frivolidad que como una vereda llana. Sin embargo, al abrigo de esta
frondosa selva que es la difusión del español en el mundo –no debemos olvidar
que este debe ser, en primer lugar, el objetivo de nuestro trabajo docente–, la
adaptación del profesor y su grado de relación/conocimiento no sólo del medio
y los métodos que han de utilizarse, sino también de la cultura en la que desarrolla
su actividad profesional, así como la forma de tratar y ver al alumno, son factores
clave para conseguir un resultado final productivo y evitar un sinfín de errores,
gran parte de los cuales nacen del simple defecto de no adaptar los métodos
didácticos a las necesidades y el entorno en el que se trabaja. Cuando más desde
abajo entremos en materia, observaremos la simpleza de algunos de los obstáculos
más frecuentes, tanto a nivel fónico, como gramatical o de competencia lingüística;
antes, sin embargo, es necesario resaltar un aspecto que se nos antoja fundamental
y al que las editoriales –y los docentes– no parecen dedicar apenas esfuerzos
investigadores: hasta la fecha, carecemos de un buen método definido, pensado
ex profeso para la enseñanza del español en los países árabes –o al menos
las instituciones que ejercen su actividad en Oriente Medio, según nuestra experiencia
personal, no los han adoptado–, lo que no sólo nos coloca en situación de desventaja
frente a otras lenguas con más años de presencia en la región –y que ya no poseen
la actual pujanza del español–, sino que nos impide ofrecer una enseñanza competente
al no orientarnos ni aconsejarnos como salvar ciertas barreras.
Creemos necesario, asimismo, desterrar ciertos mitos y fantasmas que acompañan,
desde hace años, la labor de los docentes expatriados en estas latitudes;
dice un tradicional axioma muy extendido entre los profesores de español en el
mundo árabe, que el alumno arabófono tiene una especial capacidad para captar
y grabar los sonidos, un “oído muy musical” que le permite progresar con más rápidez
en las disciplina oral y auditiva que en la lectora y la escrita. Es demasiado
frecuente encontrar estudiantes que entienden y se hacen enten-der con gran fluidez
en español, pero que no son capaces de comprender suficientemente una lectura
y menos aún escribir un resumen o crear un texto propio. Esta característica –por
lo demás bastante habitual en todo tipo de alumnos, pero que, como veremos en
el siguiente párrafo, se debe aquí más a un factor cultural que a una especial
capacidad física–, ha llevado a muchos docentes a la idea errónea de que la enseñanza
del español en el mundo árabe ha de centrarse fundamentalmente en el ejercicio
de estas disciplinas como principio para asegurar el éxito del aprendizaje. De
acuerdo con esta teoría, en el “aula árabe” priman los ejercicios de comprensión
auditiva y oral, colocando en un segundo plano la lectura y la escritura, factor
que, a nuestra manera de ver, deja el aprendizaje cojo.
Al entrar en un aula de español en cualquier centro de la mal denominada arabidad,
y una vez repuesto del impacto que suponen esos rostros que nos miran con
sus ojos límpidos y muchas veces angelicales, el profesor debe comenzar su
labor consciente del abismo lingüístico que existe entre la lengua árabe y la
española. Esta aparente obviedad debe ser, sin embargo, subrayada, ya que uno
más de aquellos mitos desechables dice que la cantidad de vocablos asimilados
por el español del árabe –se calculan en algo más de nueve mil– acerca lenguas
bipolares. Se nos antoja necesario, por tanto, introducir ciertos conceptos y
conocimientos fundamentales en cuanto a la lengua materna de los alumnos arabófonos.
Debe quedar claro que no existe una lengua árabe hablada que esté unificada
como el español o el inglés, en los que la riqueza de las variantes geográficas
no imposibilitan, en ningún caso, la comprensión entre hablantes de las regiones
más remotas. En árabe, sin embargo, nos encontramos ante una situación de diglosia,
en la que los diversos dialectos árabes coinciden con una lengua clásica o culta
–fusha– que posee un carácter sagrado para los musulmanes –fue con la que
Alá dictó el Corán a Mahoma a través del arcángel Gabriel– hecho que ha motivado
su fosilización a través de los siglos al sacralizar unos conceptos gramaticales,
fónicos y léxicos fijados aproximadamente en el siglo X por una serie de eruditos.
Esta lengua es con la que todos los musulmanes –que constituyen la mayor parte
de la población arabófona–, aprenden a leer y a escribir. El Corán, y en especial
su armónica salmodia, es la base del aprendizaje de un porcentaje muy alto de
aquéllos; el método es puramente memorístico, cimentado en la repetición de un
ritmo especial, lo que obliga al alumno a ejercitar el oído y la iteración de
sonidos, disponiéndolo a un aprendizaje de este tipo durante su formación posterior.
Pero en los hogares y las calles, cada región ha ido desarrollando, sin embargo,
dialectos propios nacidos de esta lengua madre, a la que han impregnando de características
locales y terminos extranjeros. Sirva el ejemplo de Marruecos, donde se habla
el dariya en las ciudades, dialectos rifeños en el norte y las lenguas
bereberes en las zonas montañosas. Dicha disparidad hace que un campesino del
Atlas marroquí difícilmente pueda entenderse con un campesino del alto Egipto.
Queda, para los estratos más culturizados de la sociedad, la posibilidad de
recurrir, no obstante, al denominado árabe estándar, utilizado con cierta profusión
en todos los medios de comunicación, y en la actividad política y académica; una
mezcla de la lengua culta –fusha–, neologismos, cultismos y los
propios dialectos suavizados. Éstos varían desde los más alejados de la lengua
origen, en especial los magrebíes, a los más cercanos, como son algunos de los
orientales. Huelga decir que la simplificación del arcaicismo clásico en todos
los niveles lingüísticos es el rasgo característico de todos ellos.
Aspecto Fónico
Una de las principales dificultades de los arabófonos es la discriminación
de los fonemas vocálicos /e/-/i/, y /o/-/u/, estos dos últimos en menor medida.
En árabe clásico hay seis vocales, tres largas (a, i, u) que actúan también como
semiconsonates, y tres cortas (a, i,u); es común que en la mayoría de los países
árabes la /i/ se abra y tienda a pronunciarse como fonema cercano a /e/, lo que
dificulta que el hablante árabe llegue a escucharlos como dos fonemas diferenciados,
lo que se traducirá en su confusión constante tanto al pronunciar como al escribir.
La solución pasa por una insitencia casi patológica y por reiterados ejercicios
de discriminación vocálica, sobre todo en niveles iniciales. En el caso de los
diptongos integrados por estas vocales, la dificultad se multiplica, ya que son
inexistentes en las lenguas árabes.
Un problema semejante ocurre con los fonemas /p/ implosivo y /b/ bilabial,
que se asimilan, puesto que su única diferencia radica en el rasgo sonoro/sordo,
careciendo el alfabeto árabe, además, del sonido /p/. Un ejercicio muy positivo
es la pronunciacion de estos dos fonemas con una bolita de papel frente a la boca
que el alumno sujeta con su mano, cayendo ésta al suelo cuando se pronuncie /p/.
Tambien por influencia del francés o el inglés –lenguas que, en un tanto por
ciento muy elevado, preceden al español como segunda lengua en el aprendizaje
de los arabófonos–, los alumnos tienden, en ocasiones, a pronunciar la /v/ vibrante,
lo que hace recomendable enfatizar la igualdad fonética en español.
Por último, se constata una cierta dificultad en la producción del fonema fricativo
sordo interdental //; aunque existe
en árabe clásico, su uso, en la actualidad, es muy restringido al haberse convertido
en /t/ en la mayoría de los dialectos. Este no significa, en sí, un problema de
comunicación –la mayoría de los hispanohablantes no lo pronuncian–, aunque los
castellanos hagamos cierto hincapié en ello; el problema es mayor cuando la confusion
afecta a la producción de los fonemas /s/ y //,
y a los vocablos que contienen doble ce. En todos los casos, el ejercicio que
ofrece mejores resultados es el dictado, donde el alumno fija estos sonidos a
través de la escritura.
Aspecto Morfológico
Quizás sea en este campo donde nos encontramos con mayores diferencias entre
ambas lenguas, y donde los errores aparecen multiplicados. La proverbial
dificultad que encuentran todos los alumnos con los verbos ser y estar, se extrema
entre los arabófonos porque, aunque en árabe clásico tiene un verbo semejante
al to be inglés –verbo kana–, su uso está ciertamente restringido
en la lengua hablada, en la que se suprime para hablar en presente en la mayoría
de los casos. Así, es habitual encontrar alumnos que simplemente no lo usan en
español –*Yo contenta–, y alumnos que extreman su uso hasta colocarlo junto a
otro verbo –*Yo soy estudio en la escuela español–. En el último caso el error
nace, además, de que la citada estructura es un calco exacto de su estructura
árabe.
El alumno arabófono tropieza en los usos del pretérito español no sólo por
una cuestión formal de los tiempos, sino también porque la idea árabe de entender
el pasado es muy diferente a la nuestra; para ellos, el pasado es un tiempo perfecto
y redondo, marcado por una única conjugacion, y en el que, en ocasiones, particulas
auxiliares permiten el uso del pretérito perfecto simple y el pluscuamperfecto.
Ante esta situación, encuentran enormes dificultades para diferenciar el uso del
pretérito imperfecto y el indefinido.
Similar es la concepción de nuestro subjuntivo, demasiado amplia en comparación
del limitado uso que tiene entre los arabófonos. Especial atención requiere hacer
comprender la distinción entre el uso del presente de subjuntivo y del presente
de indicativo en frases que marcan deseo, así como el uso imperfecto del subjuntivo
en las hipótesis no realizables.
Aspecto Sintáctico
El aspecto sintáctico conlleva graves dificultades debido a la falta de similitud
en el análisis de las oraciones entre las dos lenguas. Baste mencionar por ejemplo
la concepción que tiene la gramática árabe de la estructura nominal. Aunque lo
más usual es utilizar estructuras verbales que son las que comienzan por un verbo.
En todo caso es un tema lo sufientemente complicado y profundo como para ser tratado
con rigor en esta descripción superficial.
La principal dificultad aparece, sin embargo, en el uso de las preposiciones,
especialmente árduas en lengua árabe. A los arabófonos les resulta muy complicado
elegir la preposición correcta, ya que en su lengua una sola preposición tiene
muchos significados; sirva como ejemplo bi que se utiliza frecuentemente
como en (lugar, tiempo, transporte), con (compañía, modo, mezcla), junto a,
en medio, por (pasiva, precio), a (cantidad, consecutivo), de (tiempo), y
entre (situación), etc. La diferencia entre por y para, precisa de numerosos ejercicios
en todos los niveles para que el nuevo hablante árabe de español logre un uso
correcto de estas preposiciones.
Por último, se detectan numerosos errores en el uso de verbos preposicionales
del tipo advertir de o cerciorarse de, en los que la omisión de la preposición
varía completamente el significado del verbo. Un fallo que, en muchas ocasiones,
viene originado por el manejo exclusivo de las gramáticas normativas que hacen
los profesores árabes, en cuyas manos está un alto porcentaje de la enseñanza
del español, y que carecen de una formación actualizada.
Aspecto Léxico
La mayor parte de los errores registrados en este plano se producen por una
confusión del género de los nombres, muchos de los cuales son masculinos en español
pero femeninos en árabe, y viceversa. Vocablos fundamentales como sol (al-sahms),
luna (al-qamar), coche (el-arabeya), problema (el-mushkila),
árbol (el-shayara), camino (el-tariq), fuego (el-nar), viento
(el-rih), el estado o condición (el-hal) tienen género opuesto en árabe
y español. Similar ocurre en el plural, donde aparece un opción de número característica
del árabe y que en español no se concibe: el dual, que aplica para señalar cualquier
par de objetos, –dos mesas, dos sillas, dos hombres–, pero sobre todo, en las
partes del cuerpo, que las hace además femeninas, como pie (el-reyel) u
ojo (al-ain).
Para concluir, un tema olvidado, pero especialmente delicado, es el aprendizaje
de una correcta caligrafía. Aunque muchos de los alumnos aprenden otra lengua
latina antes que el español, y por tanto llegan familiarizados con nuestras letras,
son muchos los que tienen una caligrafía deficiente, fruto de la poca importancia
que se le otorga a los dictados y las composiciones.
En este sentido, además, influye la peculiar forma de escritura del árabe,
donde el trazo de las letras varía según su posición dentro de la palabra o si
se escribe de forma aislada. Además, el árabe carece de mayúsculas y minúsculas,
por lo cual su diferencia les es completamente extraña; resulta habitual encontrar
mayúsculas a mitad de palabra, y cierta dislexia entre la d y la b, y la p y la
b.
Los acentos gráficos son un caballo de batalla que apenas se acomete en el
aula, y adolece de los mismos defectos que el resto de los item que integran
la disciplina escrita. Apenas se incide en la naturaleza de la sílaba en español
–en muchas ocasiones directamente se omite, al considerar, erróneamente que es
un concepto que el alumno ya tiene–; el profesor debe insistir en su importancia,
y ser consciente de que el alumno árabe considera el acento gráfico como las vocales
breves árabes, que se marcan con un signo parecido, pero que sólo en restringidas
ocasiones aparecen escritas.
Un error muy habitual que se refleja en el aula de español, procede del incorrecto
uso que se hace en la prensa inglesa editada en el mundo árabe de los guiones
que separan las sílabas a final de línea.
Finalmente, los signos de puntuación deben ser trabajados, igualmente, con
profusión, ya que su uso es muy diferente en árabe, lengua en la que la colocación
de muchos signos continúa siendo aleatoria. Realmente, su utilización no se extendió
hasta bien entrado el siglo XIX, cuando, por influencia de la colonización inglesa
y francesa, y por la aparición de los primeros periódicos, se generalizó su uso.
* Marta Amador López. Universidad Ain Shams de El Cairo.
Ha colaborado con el Instituto Cervantes en El Cairo. Javier M. Rodríguez.
Licenciado en Semíticas por las universidades Complutense y de Salamanca.
Ha colaborado con el Instituto Cervantes en El Cairo
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